Al momento de enarbolar un proyecto político debe existir una necesaria reflexión, a veces más costosa pero no por ello menos asertiva, que brinde bases y horizontes para el trabajo y la actividad transformadora. Así, reivindicamos como agrupación política la necesidad de que nuestro accionar esté supeditado a un principio elemental de característica transversal en nuestra política: enarbolamos la filosofía de la praxis como nuestro norte articulador. Asimismo, sabemos que no basta el mero discurso, la retórica o incluso la actividad política per sé sin un trasfondo, la acción sin contenido ni proyección, por el contrario, se requiere una actitud de creación permanente, iniciativa política con unidad entre el decir, sentir y hacer.
Así, la Campaña de Recolección de Apuntes y Separatas tiene un norte claro que dice relación con la capacidad de reciclaje de nuestra facultad, incentivar la reutilización de materiales y con ello generar un avance en torno a la excesiva cantidad de papel que utilizamos. Pero existe otra razón que consideramos aun más relevante y que quizá no debe por qué comprenderse con la campaña en sí misma: creemos que una disputa esencial de la izquierda para poder superar el letargo a nivel de organización post dictadura, dice relación con combatir los valores propios del modelo neoliberal, el cómo estos afectan nuestras consciencias y permiten el anclaje del modelo neoliberal en nuestra sociedad. Así, para nosotros no se trata simplemente de “compartir” y ahorrar, de esta forma, dinero (de ser sólo por ello, actuaríamos en base a las mismas lógicas de relaciones mediadas por el dinero), sino que de, a través del pequeño “granito de arena” que aporta la actividad, podamos combatir la Ideología del Capital dominante, Ideología entendida no como teoría o doctrina, sino como la concepción de mundo de las clases dominantes que afecta o condiciona directa o indirectamente nuestro actuar. Simplificando el lenguaje, ¿qué queremos decir con esto? Que como colectivo político creemos que una verdadera revolución debe ir de la mano con un proceso de lucha socio-cultural: debemos combatir las lógicas del sistema, la ideología del capital, i.e. el individualismo como forma de vida, el consumismo como método de satisfacción personal, la competencia como motor de la vida social.
A lo anterior hemos denominado la disputa de las condiciones subjetivas del sistema. Ahora bien, ¿por qué volvemos a este punto? Porque creemos firmemente que si tales lógicas se continúan permeando día a día en nuestra Escuela, replicándose en cada uno de nosotros y nosotras, existirá siempre una barrera que no nos permitirá hacer los cambios de trasfondo que muchos alzamos en nuestros espacios. Queremos disputar el sentido de comunidad estudiantil, comunidad entendida desde los estudiantes mismos, y en un plano externo a nosotros, en cómo se relaciona ésta con funcionarios y docentes para forjar un solo gran sujeto colectivo. Así, lograr modificar dicha concepción implica, entonces, reemplazar los citados principios por las lógicas de acción colectiva para la autodeterminación, la superación de problemáticas y el trabajo mancomunado. Esta modificación no va de la mano simplemente con un avance sustantivo en nuestra Universidad a objeto de entender que hoy no puede existir una vanguardia a nivel de partido o colectivo que intente realizar los cambios prescindiendo de una real participación de la comunidad (como hoy en día sucede), sino que apunta a un cambio aún más global: generar dicha transformación implica un pueblo aún más consciente que generará futuras batallas más allá de la Universidad.
Por eso creemos relevante nuevamente hacer notar el sentido de la campaña en cuestión: esperamos que se medie la cooperación por sobre el individualismo, y no se repliquen prácticas pasadas como la competencia por quién adquiría más separatas. Es, en definitiva, un pequeño llamado de atención a ello. Pero, ahora, va mucho más allá: esa comunidad de la que hablábamos debe dar un salto lógico hacia la necesaria constitución de una triestamentalidad efectiva donde todos podamos participar de forma igualitaria, ya no sólo con voz o acción, sino también con capacidad de decisión. Ya lo vimos en torno a las definiciones de la semana pasada en el Consejo de Escuela: acá no debe existir una imposición práctica de un grupo sobre otro. Todos y cada uno de nosotros y nosotras componemos este espacio, le damos vida, forma y dinamismo: temáticas como la oralidad, la aproximación de notas y la investigación que se produce en nuestra Escuela deben discutirse con capacidad de incidencia real no sólo desde el profesorado, y cuando esa discusión se transversalice no debe plantearse sólo desde el ámbito de un enclenque concepto de excelencia, sino del rol público de nuestra Universidad y lo que efectivamente conlleva una educación de calidad. Y, así, se nos vuelve imposible no señalarlo: tenemos en nuestras manos la posibilidad, sin descuidar ni obviar la movilización nacional que debe erigirse y guiarse como nuestro norte de lucha, de generar un verdadero cambio transformador en nuestra facultad. Podemos, en definitiva, abrir la lucha por constituir una Escuela y Universidad orientadas hacia el cambio social, pero dicho norte tiene y tendrá sólo sentido en la medida en que recogemos los desafíos que nos implanta y nos hacemos cargo de ellos no sólo como activo político movilizado o desde los interesados en la reflexión y praxis política, sino que a través de la verdadera supresión del individualismo por la cooperación, del unos pocos por todos, de la vanguardia por la colectividad toda, del reemplazo de la lucha de unos pocos por la de una comunidad toda. La tarea, nuevamente, nos compete a todos y todas.
Un fraternal abrazo,
Actuar Colectivo.
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